A Ricardo Izecson Dos Santos Leite lo conocí futbolisticamente en 2002, en el Mundial de Corea y Japón, jugó apenas pocos minutos contra Costa Rica, tenía como 18 años y era el número 23 si no mal recuerdo, su nombre futbolístico daba de que hablar, se escuchaba raro acá en México, por eso se me quedó marcado. Se hablaban maravillas de aquel jóven, que era un crack, que jugaría en Italia, y que llegaría a ser tan grande como la mayoría de los brasileños existosos.
Ahora Kaka' no solo ha sido un crack mundial, simplemente es el mejor jugador de fútbol del mundo!
¡Qué nueva y maravillosa demostración de número uno hizo en Japón el excepcional estratega brasileño! En juego, la única pero monumental diferencia entre Milan y Boca fue justamente Kaká. Por eso ganó el rossonero 4 a 2 y fue campeón mundial de clubes.
¡Qué pena con Kaká! Podría ser un producto mediático excepcional; sólo le falta ser indisciplinado, rebelde y juerguista; también un poco malcriado, si no sería el mimado del periodismo.
Pero no, Kaká es apenas un genial jugador, un profesional perfecto y probablemente el futbolista más educado de que se tenga conocimiento. Juega bien todos los partidos, es atleta de Cristo, esposo fiel, lleva el cabello corto, hasta luce bien afeitado. Ni tatuajes usa. Ni siquiera está desesperado por romper contrato en Italia para ir corriendo a los brazos del Real Madrid. No asume las actitudes prostitutescas de la mayoría de sus colegas; incluso asegura ser feliz en el Milan, con el cual renovará contrato. En resumen: un bicho raro. Y un fiasco periodístico.
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