sábado, noviembre 06, 2010

Siempre seguí la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón.

Desde hace días no puedo dormir bien, no creo que sea insomnio hasta que pienso que lo es, lo cierto es que mi ciclo de sueño, de concentración, de atención y de todo está dañado, espero no irremediablemente pero sí está mal, además cuando duermo me cuesta tanto trabajo regresar del mundo irreal tan real de los sueños a estar de nuevo medio despierto y pasar un nuevo día o mejor dicho, la mitad de un nuevo día viviendo con la mirada un tanto perdida.

Ayer o antier o hace tres días -la verdad no recuerdo con seguridad- comenté que si la vida tuviera un clímax el de la mía había sido el miércoles, les contaré brevemente por qué.

PhotobucketHace una semana -el viernes- salí de mi casa a Puebla con la idea de estar en Guadalajara el miércoles antes mencionado para asistir al concierto de El Salmón, uno de los más grandes cantante músico compositor argentino que ha dado la música en español. Independientemente de lo que deparó la capital del mole y las cemitas estuve en la ciudad del mariachi sobrio curiosamente después de tomar mucho tequila en la Angelópolis. Fue un viaje largo, de esos de regresar a dejar la maleta que aún sigue tirada al pie de la cama y abordar un autobús que en cinco horas me llevaría a mi cita con esa parte de mi vida, con ese lado que ni uno sabe qué carajo es pero que debe hacerse y es que a veces hago cosas incomprensibles hasta para mi mismo, es la sensación de estar vivo y cometer locuras, de dejar el físico en asientos de autobús y el estómago que puede esperar por alimento mientras tengas una ilusión alojada en la bolsa interior del saco. El viaje no fue nada de otro mundo, siéntate y espera que el bus se detenga de nuevo es la regla, llegué a las 8:15 cuando el recital comenzaba a las 8:30, rápidamente bajé de un asiento para subir a otro igual de caro pero no importó, el taxista dijo «en 20 minutos llegamos joven» y lo cumplió, es que andar de carreras en Guadalajara es cosa de todos los días, como los de Fórmula 1 intentando rebasarse todos contra todos. Llegué al recinto tarde -para no variar con mi costumbre- pero sólo un par de minutos, una pequeña vista por fuera y a traspasar las puertas que me separaban de aquello que me había llevado hasta allá, abrí dos puertas antes de entrar a la Luneta del Teatro y no lo olvidaré, estaba aquel tipo con sus Ray Ban cantando ya «El Salmón» inmediatamente me fui a primera fila a asegurarme que no era un falso sueño o una mala jugada del destino, lo comprobé y cantando «Siempre seguí la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón» busqué mi asiento. Estaba ahí por fin, el hambre y el cansancio se desvanecieron entre unos tipos con sus cervezas en la mano a mi izquierda y una novia que escuchaba a su novio atentamente sobre quién diablos era el sujeto al que habían ido a ver. Estaba instalado en el 39 de la fila P y entonces el tiempo, lo jodido de vivir, el frío, las guitarras, el escenario, las voces, los gritos, todo me sonrió y sonreí como estúpido, como un idiota completamente feliz. Aquello que buscaba me había encontrado y no yo a ello.
El recital comenzaba y ya estaba dispuesto a dejar la voz -de hecho desde hace días- sonó «El Rey» del gran José Alfredo y otras más, recuerdo «Mi enfermedad», «Los divinos» «Carnaval de Brasil» como las primeras, a esas alturas lo que tocaran yo lo corearía como si de mi último aliento se tratara, entonces escuchamos «Sin documentos», «Todavía una canción de amor», «Buena suerte», «Me estás atrapando otra vez», «Todos se van», «All you need is pop» no sé en qué orden y es lo de menos, algo falló en el telepronter e improvisaron con El Rey de nuevo ligado a «Te solté la rienda» ya con un vinilo de Papá José Alfredo sobre el escenario que alguien de la primera fila le regaló a Andrés, bailamos con «Tres Marías», «Mil horas» y «Tuyo siempre», también desfilaron «Comida china», «Mi gin tonic», «Flor de samurai», «Out Put», «Los chicos», «Revolución turra», «El perro», «Te quiero igual», algún Jam y si olvido alguna no es mi intención pero se asomó «Paloma», ¿a ese tremendo tema cómo carajos se le puede olvidar?, ya había estado casi satisfecho y PALOMA me destrozó completamente, era tanto que canté ya sin voz y es que ese pedazo de canción es brutal, no me importaba nada y entonces al terminar el segundo mejor tema que en mi vida he escuchado Andrelo se despidió con toda su banda. Pero no lo dejaríamos ir tan fácil, lo coreamos con el mítico «Oe oe oe oe oe, Andrés, Andrés» y volvió al escenario, se hincó, lo besó y entonó «Estadio Azteca», «Crímenes Perfectos», «Volver» y después, el momento para el cual mi vida se había estado preparando los últimos años, ese bombo, ese teclado, ese coro que todos hicimos y que es un himno, se apareció majestuosamente «FLACA» -mi canción favorita de la historia de la humanidad- para arrancarme todo lo que llevaba, todo lo que estaba de sobra, todo lo que ya no necesitaba y lo demás no existió. Le pedí perdón a mi garganta y la reventé por 4 minutos mientras agitaba las manos como típico hincha argentino en La Bombonera, un desquiciado en éxtasis, un loco solitario, un simple tipo que viajó 10 horas para vivir 4 minutos a full. Lo demás fue fiesta, Andrés volvió a despedirse, besó otro vinilo de Caifanes que otra persona le regaló pero lo regresamos, salió por última vez a tocar «No woman no cry», «Alta suciedad» y «Canal 69», era el final de la noche dos horas y media después, compré una playera alusiva a la gira, me subí a otro taxi, a otro autobús y a otro taxi pero con el alma menos pesada, a veces uno necesita destrozarse para renacer o eso pienso. A veces uno necesita hacer éstas cosas para ser feliz un ratito.

¡Bendita la madre que te parió Andrelo!


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Tu comentario siempre será bienvenido, sólo procura no firmar como 'anónimo'. Gracias